La arquitectura biomimética es una filosofía contemporánea que busca soluciones sostenibles en la naturaleza, sin replicar puramente sus formas, sino que a través de la comprensión de las normas que las rigen. Este enfoque multidisciplinario busca seguir una serie de principios en lugar de centrarse en códigos estilísticos.
Estos mecanismos naturales parecen funcionar mejor que algunas de las tecnologías más avanzadas en la actualidad, requieren de menos energía y no producen residuos. El desafío está en cómo los arquitectos los estamos llevando a la realidad… y si realmente terminan funcionando como el sistema que los inspiró.
En un primer vistazo, al revisar obras recientes cercanas al biomimetismo, nos queda la sensación de que esta filosofía se ha reducido en la mayoría de los casos a una inspiración más bien formal.
Por ejemplo, el famoso Estadio Nacional de Beijing -diseñado por Herzog & de Meuron-, compuesto de un marco de acero que se inspira en un nido de pájaros; el Cubo de Agua de PTW Arquitectos para el Centro Acuático Nacional; o el Pabellón Quadracci del Museo de Arte de Milwaukee de Santiago Calatrava, que se abre y se cierra durante el día como las alas de una mariposa o el despliegue de una flor.
Pero muchas de estas expresiones, que en un principio parecen ser sólo estéticas, revelan en ciertos casos un orden subyacente que de alguna u otra manera han aportado a la eficiencia del edificio, no sólo en temas energéticos, sino también en ámbitos constructivos, materiales o funcionales.
Cuando Calatrava utilizó la torsión del torso humano como una metáfora para su proyecto Chicago Spire, sin darse cuenta -y a pesar de las críticas-, hizo un avance en la ingeniería de la construcción: estructuras en espiral que se comportan muy bien frente a las cargas del viento. Muchos años antes, Frank Lloyd Wright había desarrollado la idea de una raíz de árbol para el diseño de edificios altos, construidos en base a un profundo núcleo central (tronco) con losas en voladizo a modo de ramas.
Otro ejemplo es el sistema de refrigeración pasiva del Eastgate Center de Mick Pearce, en Zimbabwe, que imita la forma de los termiteros africanos para mantener una temperatura interna constante a pesar de los grandes cambios de temperatura de la región. El Centro utiliza el aire frío de la noche para enfriar la masa del edificio, y durante el día este se eleva desde el primer piso a los niveles superiores a través de chimeneas.
El edificio Johnson Wax de Frank Lloyd Wright es una sala hipóstila que se ilumina por columnas que se expanden a medida que suben, evocando hojas de nenúfar que flotan en la superficie del agua. Estas columnas fueron las primeras estructuras de concha fina de hormigón en el mundo, diseñadas a través del uso innovador del refuerzo con mallas de acero. El resultado es un espacio de trabajo abierto y muy bien iluminado, una especie de jardín amurallado.
Podemos encontrar otros ejemplos actuales en el diseño paramétrico, el que -inspirado en caparazones de insectos, microorganismos celulares o estructuras orgánicas- permite ajustar los componentes de una estructura para abrirse o cerrarse de acuerdo según la orientación solar, las condiciones climáticas o el programa interior. Muchas de ellas pueden funcionar de forma reactiva al medioambiente y cambiar su estado para adecuarse a los cambios.
Algunos ejemplos se involucran más fuertemente en los procesos naturales para generar sistemas funcionales a modo de “edificios vivos”, mientras que otros proyectos toman ciertos elementos formales para conformar una estructura o un concepto constructivo que también se traduce en beneficios según sus requerimientos específicos. Creemos que todos son válidos mientras representen un aporte; la naturaleza está ahí esperando que sepamos llevar sus lecciones a un buen destino.
¿Qué otros ejemplos notables de Arquitectura Biomimética podrías compartir con nosotros? ¿Crees que “esta inspiración natural” sea una buena manera de iniciar el proceso de diseño de un edificio que busca la sostenibilidad?
Vía: plataformaarquitectura.cl