Mediante paneles vidriados especiales que contienen microorganismos, un edificio de viviendas en Hamburgo genera energía para consumo propio.

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En Hamburgo, un edificio de vivienda de cinco pisos tiene un biorreactor en la fachada. Se trata de un sistema de alta tecnología que genera energía a partir de la fotosíntesis de las algasDesde hace dos años, el BIQ(Bio Inteligent Quotient) se autoabastece con esta “piel viva”.

¿Cómo funciona?

Los microorganismos se cultivan dentro de paneles de vidrio sellados (similar a un DVH) contenidos en un marco de aluminio. Ese biorreactor, lleno de agua y con una gran concentración de algas dentro, capta el hidrógeno que ellas producen en el proceso de fotosíntesis cada vez que son bañadas por la luz del sol.

Las dos fachadas del edificio con mayor incidencia solar tienen una segunda capa exterior conformada por estos contenedores transparentes que crean un ambiente controlado para que las algas trabajen.

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El sistema suministra nutrientes líquidos y dióxido de carbono a través de un circuito de agua continuamente para estimular su crecimiento. En paralelo, bombea aire presurizado en los paneles con el mismo objetivo y para evitar que los microorganismos se pudran. Los paneles poseen depuradores que mantienen el vidrio limpio.

Periódicamente, cuando las plantas han cumplido su ciclo de vida, se conforma una pulpa espesa que se separa del resto de las algas y se almacena en un área técnica del edificio para luego seguir produciendo energía en una planta productora de biomasa. Allí, las algas se someten a un proceso de fermentación para obtener electricidad a partir del gas metano.

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Adicionalmente a la producción de energía para consumo propio, este sistema contribuye a la aislación térmica del edificio aportando sombra a la fachada y frenando la ganancia térmica en verano.

Los biorreactores también pueden reemplazar a un colector solar térmico para generar agua caliente. La fachada recoge una parte de la luz que no es absorbida por las algas para la fotosíntesis y que se convierte en calor. Esa energía se puede utilizar en forma inmediata para calentar agua (para consumo y calefacción) a través de un intercambiador. O bien se podría almacenar bajo tierra utilizando intercambiadores de calor.

Este sistema, al igual que otras tecnologías y materiales inteligentes, suelen ser onerosos y con una baja relación costo-beneficio. En este caso, el presupuesto declarado fue de 4.5 millones de euros para construir 840 m2, cuatro veces más que el costo de una obra de vivienda tradicional.

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Este proyecto forma parte de la Exposición Internacional de Construcción “IBA Hamburg”, una iniciativa impulsada por el Estado alemán para planificar el desarrollo urbano de una ciudad, Hamburgo en este caso, a través de un plan maestro y debates participativos. Ya se han realizado nueve “Internationale Bauausstellung” entre las que se destacan la de Stuttgart (en 1927), Berlín (en 1987) y está en curso la de Basilea (para el 2020).

En esta oportunidad, el plan consiste en la construcción de viviendas en un área periférica al centro urbano, sobre varias islas del río Elba. En ese marco, se realizaron concursos para desarrollar los diferentes proyectos en los cuales se priorizó la aplicación de nuevas tecnologías y la inclusión de “materiales inteligentes”con miras a que las construcciones fueran de bajo impacto ambiental y autosuficientes energéticamente.

Vía: arq.clarin.com

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