Mientras en Hamburgo convierten toneladas de basura en un centro de energías renovables, en nuestro país se multiplican los montones de llantas, los ríos contaminados y los depósitos clandestinos de residuos peligrosos.
Los líquidos simplemente empezaron a brotar, tal como si se tratara de un macabro pastel envinado. El ex basurero en la zona de Wilhelmsburg, en Hamburgo, que empezó a acumular desechos desde la Segunda Guerra Mundial, empezó a emanar líquidos altamente contaminantes, entre los que se encontraban varios tipos de dioxinas. Esto alertó a los residentes de la zona a impulsar un proyecto que trascendiera el saneamiento.
Este deposito de basura conocido como la Colina de Energía Georgswerder, se ha convertido en la actualidad en un centro de energías renovables. El proyecto recientemente abierto al público fue construido en diversas etapas.
Las turbinas eólicas que coronan esta pila de desperdicios ocultos bajo la tierra y protegidos bajo diversas capas de materiales aislantes llegaron en 1990.
Por más de una década, el gas metano que se genera al interior de los desechos ha sido acumulado y suministrado por la compañía Aurubis AG, una de las más grandes fundidoras de cobre en Europa.
El agua subterránea se recoge, purifica y drena mientras que una bomba de calor permite que la energía contenida en este afluente se utilice para generar la calefacción en sus edificios. En 2009 se adaptó una unidad de celdas fotovoltaicas en esta área, que producen un aproximado de 500 kilowatts.
En la cima de Georsgwerder hay un mirador que ofrece vistas impresionantes de la ciudad de Hamburgo. En medio de una serie de tanques de filtración y depuración de agua, mapas, computadoras, diagramas y medidores de toxicidad, la idea de este lugar, según explica Deik Esser, encargado del Centro de Información, es también crear conciencia ecológica sobre la basura y el peligro que puede representar. Durante décadas en todo el mundo se gestaron tiraderos de basura sin ningún control que hoy comienzan a pasar factura.
Tierra de nadie
Para el doctor Gerardo Bernache Pérez, investigador del CIESAS Unidad Occidente y quien ha estudiado a profundidad el problema de la basura en nuestro país, hay diferentes ciclos por los que van pasando los desechos hasta posarse sigilosamente sobre nuestra mesa.
Se supone que los lixiviados, los jugos que genera la basura, deben ser confinados en lagunas de oxidación para su correcto tratamiento, pero pocas veces ocurre así. Aunque la basura no se concentre en un basurero clandestino, generalmente no se cumplen las adecuaciones correctas de un relleno sanitario.
“En temporada de lluvias, estas albercas se ven rebasadas y se escapan ríos de contaminantes donde fluyen cianuros, plomo, cromo hexevalente y arsénicos muy por encima de los límites que marcan las normas”, explica el especialista.
“Finalmente el agua utilizada para sembradíos y ganado es contaminada”, señala Bernache, ejemplificando el ciclo de cómo la basura finalmente llega hasta los alimentos de los consumidores.
El antropólogo cuenta que los lugares donde se encuentra intensificado el problema de la basura suelen ser las ciudades más pobladas y las entidades de la zona fronteriza del norte del país.
Bernache cuenta que los comerciantes de Mexicali importan llantas usadas de EU. Estos productos son vendidos por entre 20 y 100 pesos, pero dejan de ser funcionales después de unos meses y acaban confinadas en lugares como el cerro El Centinela, cerca de Mexicali.
En Guadalajara uno de los casos más alarmantes de contaminación se encuentra en el río Santiago. “Este afluente se ha convertido en una cloaca de residuos industriales, además de recibir las descargas de drenajes municipales. El problema es que aunque las empresas tengan plantas de tratamiento es muy costoso operarlas, así que prefieren depositar sus residuos a este lugar, Lerma o Chapala”.
El especialista señala que cuando se le pidió a las autoridades que se declarara esta zona de emergencia después del reporte de una muerte por intoxicación de metales pesados, se negaron a hacerlo porque peligraban las inversiones.
La lógica de la avaricia también ha sido alentada por las trabas burocráticas y los monopolios que existen para el confinamiento de residuos, por ejemplo, de los llamados residuos peligrosos (RP), definidos por la SEMARNAT como aquellos que, sustancial o potencialmente, ponen en peligro la salud humana o el medio ambiente y poseen una o más de estas características: corrosivo, reactivo, explosivo, tóxico, inflamable y biológico-infeccioso.
Sinaí Guevara, de la Campaña de Tóxicos de Greenpeace México, dice que el ácido sulfúrico, utilizado para extraer cobre de las minas, es un material célebremente tóxico, sin embargo existen otras reacciones químicas peligrosas de las que tenemos menos conciencia, como las que ocurren en los desagües con los productos de limpieza.
La activista dice que 90% de las sustancias peligrosas que se utilizan en el país no tienen un manejo adecuado, pues hay sustancias que sí están enlistadas en las normas de residuos peligrosos, pero no como descargas a cuerpos de agua.
“Nuestra organización ha insistido en el principio precautorio. Antes de esperarte al daño y el remedio, proponemos que no se haga uso de sustancias que representan un riesgo. La idea es no hacer un experimento público”.
Don dinero
Gerardo Bernache señala que hay muy pocos sitios en México donde formalmente se puedan depositar los residuos peligrosos. “En Jalisco no hay ninguno, así que la industria de este estado los tiene que mandar a Mina, un municipio en Monterrey. Se debe contratar a la empresa especializada, el transporte y pagar la disposición final. Las empresas grandes lo suelen hacer, pero las demás lo evitan”.
Bernache explica que en este estado hay pequeñas empresas o microempresas familiares dedicadas a la curtiduría y los cromados de galvanoplastia. “Prefieren mudarse después de tirar los desechos en los ríos o en terrenos baldíos cercanos, pero sólo desplazan la contaminación a otros ámbitos. Un problema de fondo sobre la contaminación por desechos tiene que ver con el dinero”, subraya.
El antropólogo opina que es posible sanear un lugar que ha sufrido fuertemente los embates de la contaminación. “Todo se puede hacer, pero depende de cuánto se quiere invertir”, señala y apunta que en México este tipo de inversión es casi nula o se determina por el valor del terreno que se pretende recuperar.
Sobre el caso del Bordo Poniente en el DF, Bernaché comenta que la información es poco clara sobre los procesos actuales que se aplican, pues su generación de composta parece no corresponder a la cifra de 14 mil toneladas de desechos sólidos provenientes del uso doméstico en el DF, más lo acumulado en la zona metropolitana.
Bernache alerta que este tipo de basureros prometen darnos “dolores de cabezas” durante muchas décadas. Para él, otro problema que se intensificará lo conforman los residuos eléctricos y electrónicos.
Los plásticos con los que se elaboran contienen bromuros, sustancias muy contaminantes que retardan el fuego. Se calcula que hay 200 mil toneladas de estos residuos. “Ahora que se aproxima el apagón electrónico, sólo hay un par de empresas capaces de manejarlos”.
Frente a este sombrío panorama, el investigador señala que sin embargo hay algunas luces en la obscuridad, como la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, mediante la cual se intenta ejercer mayor presión a las empresas sobre sus residuos.
Por su parte, Sinai Guevara comenta que para solucionar el problema de la basura en México no es necesario tener mayor terreno donde depositarla, ni producir energía con ella. La verdadera solución sería que seamos capaces de generar menos desechos sólidos.
Gerardo Bernache Pérez señala que en México no hay un consumidor verde, pues la gente le sigue teniendo miedo a lo reciclado porque considera que hay algo “sucio” en el producto, pero la conciencia ecológica es la que ha facilitado el cambio en otras partes del mundo. Para el especialista aún falta más supervisión y exigencia por parte de las autoridades, pero sobre todo es necesario intensificar la educación en torno a la idea de que nuestra basura no es el problema de alguien más.
Fuente: El Universal