Se detectó un nivel alto de amonio y yoduro en el agua residual. Estos dos contaminantes, al mezclarse con otros, aumentan la formación de toxinas derivadas de la desinfección del agua residual que pueden ser cancerígenas y que tienen un impacto negativo en la vida acuática.
El problema es que además de afectar la vida de los ríos en los que se vierte el agua residual, en algún punto regresan a nosotros a través del sistema de agua potable. Esto pone en duda la potabilidad del agua que recibimos, la verdad es que no se había notado la presencia y menos la gravedad de estos dos contaminantes.
Ahora, ambos procesos e extracción, convencional y no convencional (fracking) los producen. Sin embargo, en el fracking produce una cantidad de aguas residuales mucho mayor al método convencional, 280 mil millones de acuerdo al Environment America Report. De esta manera, la amenaza que representa el fracking en la salud es más evidente.
Para el estudio, la Universidad de Duke analizó 44 muestras de aguas residuales de pozos de extracción de petróleo y gas convencional en Nueva York y Pensilvania. Éstas e analizaron contra otras 31 de pozos de fracking en Arkansas y Pensilvania. Todas estas muestras se vierten en arroyos y ríos.
Además de amonio y yoduro, se han encontrado sales llamadas haluros que también generan subproductos de desinfección tóxicos. No debemos permitir que este tipo de contaminantes, sea cual sea su fuente, se descargue en nuestros arroyos y ríos. Aunque hay que tener en cuenta que el riesgo con el fracking es todavía mayor