Desde 2011 se ha propagado en el mundo un movimiento de “desinversión” en los rubros de los hidrocarburos: el Fossil Free. Prominentes empresarios del mundo y algunas empresas se han deslindado, por primera vez en años, de la inversión en los energéticos fósiles. Esta estrategia es la más importante en la lucha contra el cambio climático, pues aunque los esfuerzos individuales son esenciales, en realidad, si los gobiernos invierten en hidrocarburos y las grandes compañías explotan las reservas enclavadas en los sitios incluso más vírgenes como el Ártico, las consecuencias serían catastróficas.
Algunas ciudades han estado sumándose a este movimiento de desinversión en los fósiles, con una presencia notable e importante de urbes como San Francisco u Oxford, pero hasta ahora no había habido una capital de un país que encabezara esta tendencia: se trata de Oslo, Noruega. Como una postura de política pública, recientemente, y luego de una serie de protestas en la ciudad para empujar el divesment, Eirik Lae Solberg, comisionado de finanzas de Oslo, ha anunciado que la ciudad comenzará desinvirtiendo hasta 7 millones de dólares de las pensiones de la comisión de sector.
El movimiento de divesment en los energéticos fósiles ha permeado a universidades, como el movimiento que se está dando en Harvard para que la institución deje de invertir en los hidrocarburos, y ha logrado que hasta 140 instituciones y personajes relevantes, incluyendo a los Rockefeller dejen de invertir en energía fósil.
En este escenario el fondo nacional del petróleo de Noruega es uno de los más grandes del mundo y proviene de sus recursos propios de hidrocarburos, con unos 850 billones de dólares. Apenas en febrero pasado, el gobierno anunció que dejaría de invertir con este fondo en unas 32 compañías de hidrocarburos para invertir en proyectos ambientales (se considera la desinversión más grande en fósiles hasta ahora). Así, el movimiento del divesment va creciendo y Oslo va a la cabeza trayendo aires esperanzadores para el mundo.