Hoy, día 22 de septiembre, se celebra el Día Sin Coches, una efemérides en el marco de la Semana Europea de Movilidad que pretende concienciar sobre la importancia de reivindicar un entorno urbano menos contaminado a nivel atmosférico, paisajístico y también acústico.
Yendo al quid de la cuestión, se trata de una celebración que nos enfrenta a nosotros mismos, pues el estilo de vida urbano y, en general, la vida moderna, parece poco compatible con esa movilidad sostenible por la que se aboga.
Los buenos propósitos están muy bien, y casi todos los tenemos, pero pasar a la acción, apostar día a día por una movilidad sostenible es más difícil de lo que parece. ¿Por qué nos resulta tan complicado dejar el coche aparcado, tanta pereza cambiar las llaves del coche por el bono de transporte público? ¿Acaso pedalear no se nos antoja un esfuerzo y buscamos mil excusas para no hacerlo?
Economía sostenible, estilo de vida sostenible
Aunque la ecología es tendencia, lo cierto es que todavía hay mucho camino que recorrer, y que hacerlo en medios de transporte sostenible implica un cambio trascendental, que va más allá de la elección de unos u otros. Por desgracia, la cosa no es tan sencilla.
El coche, como el reloj, el consumismo, la vida rápida, primar tener al ser o tantos otros símbolos del mundo moderno son una clara demostración de que nuestro ecosistema, el modus vivendi en el que nos hallamos inmersos exige tener coche, incluso amar a tu coche.
Podemos dejar de usarlo, sí, minimizar su uso, también, lanzarnos a quemar kilómetros con unos buenos zapatos y una bicicleta tradicional, eléctrica o cambiar nuestro coche por otro eléctrico… ¿Pero, realmente es fácil hacerlo cuando socialmente no se propicia este tipo de cambios?
Del mismo modo que el coche encaja mejor en el puzzle de nuestra realidad actual, por una simple cuestión de adaptación al medio, lo hará la bicicleta cuando nuestro estilo de vida sea otro. Un estilo de vida, sin ir más lejos, acorde con una economía sostenible.
Independientemente de los héroes anónimos que a diario apuesten por hacerlo en un entorno hostil, la transformación necesaria para que las urbes sean de verdad espacios de vida solo se producirá con un cambio social asentado en otros cimientos y, cómo no, la economía es un elemento clave.
La solución, por lo tanto, ha de venir a nivel global, puesto que estamos inmersos en un entorno globalizado. ¿A favor? La contaminación atmósferica que está polucionando el hábitat urbano e impulsando el avance del cambio climático, así como políticas municipales ejemplares que, como la parisina, actúan de punta de lanza en este gran desafío.
¿Si fueras rico irías en bus?
Sin embargo, el cambio integral necesario para que el estilo de vida sea otro no es simple competencia municipal. Requiere cambios de valores o, si se quiere, empezar a tenerlos y darles la prioridad necesaria.
Es cierto aquello de que “un país desarrollado no es aquel en el que el pobre tiene coche, sino aquel otro en el que el rico usa el transporte público”. Una frase que se ha hecho viral, inconformista y estimulante, que apunta a las estrellas. Pero esconde una rebeldía que implica cambios sociales que hacen peligrar el status quo.
Para llegar a ese punto en el que los ricos apuesten por el bus no se necesita convencerlos que dejen sus lujosos coches durmiendo en sus cocheras sino de lograr una coherencia entre los valores que tiene esa sociedad y la manera de elegir a quienes se hacen ricos. Sin duda, ricos con otra mentalidad, con un perfil eco-amigable, no necesitarían que nadie les convenciera de nada. El entorno sería propicio para un transporte público inteligente que hiciera innecesario el coche, y al tiempo serían ellos un ejemplo para el resto…
Una frase que hace pensar, idealista, un desideratum que nos habla de otras mentalidades, que alude a otros valores predominantes. Que nos habla, en fin, de otro mundo. Alcanzarlo implica un cambio sustancial a nivel empático y solidario que, para qué engañarnos, poco tiene que ver con los actuales modelos sociales y económicos.
Cambiar las cosas
Sí, es cierto que la razón está del lado de quienes apuestan por un espacio público habitable, que respete al ciudadano y al entorno, pero la realidad es tozuda, y los ideales necesitan concreción para echar raíces.
Recuperar la ciudad para las personas es un argumento muy común para defender las políticas verdes, pero lo cierto es que los coches los conducen personas, y preguntarnos por qué lo hacen debería ser un primer paso para poder cambiar las cosas.
En efecto, un estilo de vida acorde con una movilidad sostenible es la mejor garantía para el abandono del coche, pero adoptarlo es un problema práctico que tiene que ver el mundo que tenemos, no con el que deseamos. Luchar por él, apostar por subir a la bicicleta a todo el mundo, significa atacar donde más duele a las fuerzas fácticas, ir contra el sistema, en última instancia.
La política y los sueños
Lamentablemente, los cambios que precisan de un seguimiento masivo para serlo necesitan de condiciones propicias para pasar a ser cambios completos, que realmente hagan la diferencia. Y cambiar el contexto supondría adoptar un estilo de vida distinto como algo natural y, por lo tanto, también masivo.
Y es que, además de ser una decisión personal, la necesidad de reflexionar sobre los medios de transporte que usamos trasciende el nivel ciudadano y nos lleva, de forma inevitable, hasta el gubernamental.
Aunque no siempre lo parezca, las grandes decisiones, las políticas de despacho y, en suma, la labor de los políticos tiene mucho que ver con nuestra realidad y también con las posibilidades que tenemos de que nuestros sueños, deseos y reinvindicaciones se hagan realidad. Para bien y para mal.
Son pocas las ciudades que penalizan el coche y apoyan el uso de la bicicleta. París es un ejemplo de ello, excepcional en los dos sentidos de la palabra, lo que significa, sencillamente, que el abandono del coche impulsado a instancias municipales a día de hoy es una utopía.
No al coche, sí a la vida
Solo si el ciudadano está verdaderamente concienciado será un elector que exija programas políticos que incluyan una decidida apuesta por la movilidad sostenible como única alternativa al grave problema de aglomeración y polución atmosférica.
Únicamente será entonces cuando el impulso y el esfuerzo individual cobrará una dimensión mayor, social y política que se traduzca en iniciativas verdes que vayan convirtiendo las urbes en entornos más habitables, con un aire puro, zonas verdes ajardinadas, sistemas de alquiler de bicicletas y coches eléctricos, áreas exclusivamente peatonales que digan no al coche y sí a la vida.