Aunque el petróleo es un líquido procedente de las plantas y otros restos orgánicos, que ha sido obtenido a partir de la transformación de biomasa a lo largo de millones de años, en absoluto se trata de un producto ecológico. Muy al contrario, su color negro es también una metáfora del oscuro futuro que nos espera si seguimos abusando de los combustibles fósiles, entre los que el crudo tiene un papel protagonista, junto con el carbón o el gas natural.
Sin embargo, hay otro tipo de biomasa que sí resulta sostenible y ayuda a frenar el avance del cambio climático utilizada como energía verde, por ejemplo la biomasa obtenida de residuos orgánicos o de lamasa forestal, si bien esta última tiene sus limitaciones a la hora de poder considerarla una fuente de energía renovable.
Biopetróleo a partir de algas
Por contra, hay otras fuentes de energía que utilizan una biomasa que promete ser tremendamente sotenible, por ejemplo la obtenida con el cultivo de algas, idóneas para absorber CO2, producir un petróleo ecológico y utilizarlas como fuente de alimentación con un grandísimo potencial, gracias al cultivo de algas.
Como es sabido, las algas se alimentan de luz y CO2, pudiendo transformarse en combustible mediante unas eficientes tecnologías que hacen viable su producción, permitiendo pensar que pudiera acabar siendo un posible sustituto del petróleo. Entre las distintas iniciativas a nivel mundial, destaca la empresa alicantina, Bio Fuel System, con granjas también en Carboneras, Madeira y en cerca de Marsella, del ingeniero francés Bernard A. J. Stroïazzo-Mougin.
La obtención de ácidos grasos omega 3 al finalizar el proceso, un subproducto que actualmente tiene un gran valor comercial, es lo que permite afirmar al ingeniero galo que su producto, el biopetróleo a partir de algas, tiene un precio que puede resultar competitivo frente al coste del barril de petróleo. El día de mañana, cuando el petróleo se agote, podría sustituirlo.
O puede que no, pues hay otros biocombustibles que también podrían hacerlo, al menos en teoría, como el biodiésel o el bioetanol, si bien el uso del suelo en el caso de las algas no es necesario, por lo que no compite con la agricultura en este sentido. A diferencia de la caña de azúcar u otras materias primas de biocombustibles verdes, las microalgas se pueden cultivar en la misma costa o en terrenos mucho más reducidos que pueden estar en áreas no aptas para el cultivo, como los desiertos o las mismas cubiertas de las casas. Incluso pueden convertirse en jardines urbanos, formando un complejo entramado de tuberías o fotobiorreactores.
El resultado es, además de esa producción extra de omega 3, un jardín que actúa como un voraz sumidero de carbono, hasta tal punto que las algas absorben el doble de lo que luego emite el combustible producido a partir de ellas. Ello permite aprovecharlo de forma concreta, vinculando una granja concreta con una industria cercana, tal y como se hecho entre la Bio Fuel System de Alicante y la cementera Cemex y otras conexiones similares con cada una de las granjas de Bio Fuel System. Y, lógicamente, también es factible abastecer de combustible a la industria de turno para su funcionamiento, con lo que no sólo no se contamina, sino que el balance acaba siendo negativo.
Cultivar algas en las autopistas
Esta misma idea se ha aplicado en un concurso de jardines de la ciudad suiza de Ginebra. Ni cortos ni perezosos, los participantes del estudio de diseño The Cloud Collective han demostrado que la jardinería urbana puede llegar a ser tan sorprendente como ecológica gracias a un proyecto genial.
El objetivo del concurso Villes et Champs era introducir la naturaleza en un total de 13 espacios urbanos especialmente complicados, por lo que la propuesta de hacerlo en un viaducto sobre una autopista estaba dentro de lo esperable. Lo que nadie imaginaba era la respuesta que tuvieron estos concursantes: utilizar algas para generar combustible a partir de la biomasa obtenida mediante la absorción del CO2 producido por los coches que circulan por el puente y por la misma autopista.
Su jardín no era la típica zona ajardinada, sino una visión futurista inspirada en el cultivo de algas, mediante un sistema de tubos de metacrilato por los que fluye un líquido viscoso de color verde, auténtica savia de vida que, de popularizarse, serviría tanto para chupar CO2 en entornos críticoscomo para obtener combustible como alimentos, cosméticos, complementos alimentarios como el omega 3 o incluso medicamentos.
Granjas de algas en la costa
El proyecto Seafarm es otra iniciativa, también muy avanzada, que cosecha algas para fabricar una materia prima sostenible a partir de la que poder obtener un sinfín de productos, desde biocombustible hasta plásticos, alimentos o medicinas. En este caso, investigadores del Royal Institute of Technology de Suecia las cultiva en granjas submarinas, que abastecen de algas recogidas de los excedentes del mar Báltico.
Se cultivan durante todo el año, y se cosechan cada seis meses. Es decir, aprovechan la capacidad de producción del mar de algas. Sus creadores están convencidos de que en unos pocos años las costas de medio mundo estarán llenas de cultivos de algas. No sólo sería un modo de cuidar el planeta y aprovechar la generosidad del mar, sino de crear una industria que daría muchos puestos de trabajo. Un planteamiento perfecto: reducir la huella de carbono a nivel energético y en la producción de distintos productos, cuidando a su vez de los ecosistemas marinos y logrando un desarrollo sostenible.