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Arup, la firma de ingeniería y diseño que trajo al mundo el Centro Pompidou de París y la Opera House de Sydney, reveló su última creación de arquitectura hipermoderna en Hamburgo. Desde afuera, la superficie del edificio de 15 pisos se ve como una lámpara de lava verde con grandes burbujas que se mueven. Pero las burbujas tienen una función: ayudan a alimentar y ordenar las algas vivientes incrustadas en la parte externa de la edificación con Coeficiente Intelectual Biológico. Uno por uno, los paneles de vidrio de 8 pies por 2 pies, de color verde -la fachada bioreactora de $6.58 millones de dólares del edificio- le dan energía a toda la estructura, haciéndolo el primer edificio del mundo con energía obtenida por medio de algas y -teóricamente- completamente autosuficiente.

Ideado en 2009 como parte de la Exhibición Internacional de Edificios de Hamburgo, el edificio con Coeficiente Intelectual Biológico (BIQ) de Arup es parte de un movimiento europeo para el diseño de estructuras neutrales en cuanto a emisiones de carbono, autosuficientes y con energía renovable.

No es casualidad que se de justamente en Alemania esta moderna construcción, ya que este país está presionando para transformar la dependencia del 35% de la energía nacional en renovables para el año 2020.

Junto a una serie de casas con construcciones de madera sólida para la retención de carbono y un sistema de reciclaje de aguas grises, el BIQ fue financiado en gran parte por el gobierno alemán como manera de incentivar el desarrollo de nuevos materiales de construcción flexibles e inteligentes. De todas las tecnologías pensadas, la energía por medio de algas ha tenido tal vez el mejor resultado y un grandioso potencial.

Un estudio realizado durante la crisis de gas de 1970 en el Laboratorio Nacional de Energía Renovable de Estados Unidos, reveló que las algas -en algún momento consideradas una simple molestia de los estanques- pueden producir aproximadamente 5 veces tanta biomasa por pie cuadrado como las plantas de tierra, y crecer casi sin límite, produciendo lípidos grasos y gases que pueden ser transformados en energía relativamente limpia.

Pero la investigación oficial terminó en 1990 cuando los científicos concluyeron que los beneficios de alimentar, criar y cosechar algas no eran todavía competitivos con los bajos precios del petróleo en ese entonces. Aun así, muchos grupos de investigación siguieron con el sueño de energía por medio de algas por el próximo par de décadas, lentamente mejorando la eficiencia y el costo del sistema propuesto. Desde 2009 hasta ahora, al menos algunos planes de bioreactores de algas han estado dentro de la comunidad de diseño y los círculos académicos, aunque muy pocos se han realizado.

El BIQ es la primera estructura residencial que se ha realizado completamente con la propuesta de energía por medio de estos vegetales. El edificio está cubierto con sus dos lados expuestos al sol con vidrios llenos de algas colgantes.

 

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Al sistema se le bombea aire presurizado, alimentando los organismos con dióxido de carbono y otros nutrientes mientras se mueven –creando el efecto de lámpara de lava– para prevenir que se peguen al vidrio y se pudran. Los limpiadores quitan cualquier biomasa que esté pegada, dándole más luz del sol a las algas que quedan para hacer fotosíntesis. Periódicamente, se toman algunas algas, se vuelven biocombustible y se queman en un generador para producir energía. El exceso se puede vender a cambio de suplementos de comida, generación de metano para proveedores de energía externa, o se puede guardar para después. El resultado es un edificio protegido del calor del verano por el follaje de algas, aislado del ruido de la calle y potencialmente generando la energía para sostener su propio cosechador, calor y electricidad.

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El mismo año en el que mostraron el BIQ, este grupo de científicos soñadores y futuristas también publicó el informe “It’s Alive” (“Está Vivo”), visualizando para 2050 cultivos verticales en rascacielos gigantes, robots de mantenimiento con propulsión y pintura fotovoltáica, una lista de deseos de una tecnología que parece casi de ciencia ficción. Entonces es probablemente razonable cuestionarse qué tan real es su optimismo sobre la energía por medio de algas. Pero ya no hay obstáculos en el camino para alcanzarla. Grow Energy de San Diego, fundado en 2012, ha producido dos casas con bioreactores de algas y esperan poder fabricar, entregar e instalar sus primeros sistemas –generando 35% de la energía promedio del hogar con el mínimo mantenimiento– por $12.000 dólares por sistema empezando el próximo año. Y a fines de 2013, otros científicos desarrollaron una técnica muy simple –básicamente un fogón a presión especializado– para convertir el alga en un combustible relativamente limpio, barato, competitivo, biodegradable y no tóxico en tan solo una hora y creen que podrían incorporar esta energía en los próximo 25 años. Y sin ir más lejos, este año el estado de Alabama lanzó la primera planta de tratamiento de aguas del mundo con energía por medio de algas en la ciudad de Daphne, limpiando el agua, generando combustible y sirviendo como prueba de que la tecnología está mejorando cada vez más, ganando apoyo y mostrando sus resultados a mayor escala.

Aunque todo esto quiere decir que veremos muchos más edificios eficientes como el BIQ en los próximos años, estamos todavía muy lejos de ver generadores por algas en todas las casas. Pero dado el compromiso del mes de pasado de la Unión Internacional de Arquitectos para acabar con las emisiones de carbono en los edificios para el 2050 y otras iniciativas similares que buscan estructuras autosuficientes y  neutrales en cuanto a emisiones de carbono, la nueva tecnología tiene más posibilidades de encontrar verdaderas obras maestras.

 

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